Las tendencias favorables a impactar a la educación con saberes humanitarios y populares, fueron enriquecidas en las últimas décadas con el crecimiento de la conciencia sobre la prioridad del problema del medio ambiente y la movilización ciudadana resultante. Empero, además de los intereses del gran capital, la barrera más fuerte con la cual se encontraron aquellas tendencias fueron las instituciones de educación. Los currícula escolares resultaron ser sistemas renuentes al cambio y en particular a la valorización y transmisión de los saberes populares. Al mismo tiempo, en muchos países de América Latina, la existencia de una población mayoritaria que no concurre, fracasa o es rechazada por la escuela, limita el alcance de las reformas curriculares que se logran implantar. El problema es abordado demasiadas veces desde teorías en las cuales pervive el “malthusianismo” y son escasos los países que destinan políticas públicas para lograr la inclusión de quienes han quedado marginados por la reorganización neoliberal de las economías nacionales. Un aspecto de esa marginación es que los saberes tradicionales, los conocimientos tecnológicos anteriores, las soluciones prácticas imbuidas de buen sentido, los procesos culturales de aprovechamiento de los recursos naturales locales, los conocimientos compartidos por los trabajadores y los saberes colectivos, fueron considerados poco rentables y excluidos. También se consideró sobrante la enseñanza de la cultura general. La operación de reducción comprimió los currícula de manera que sólo persistieran las operaciones básicas necesarias para que los individuos respondieran con pertinencia a las demandas de acciones determinadas por las leyes del mercado. Al mismo tiempo, la sociedad de la eficiencia y la eficacia se sacó de encima los saberes que la cuestionaran desde las culturas populares y democráticas. Ignorante de los procesos históricos, interesada solamente en el presente, esa sociedad es también desconocedora de su propio futuro. Empero, ese futuro se ha precipitado y la crisis alcanza al modelo educativo neoliberal. Urge conocer y evaluar las experiencias y las políticas de Estado democráticas, alternativas a dicho modelo que se desarrollan en varios países latinoamericanos para aportar a una educación que acoja los cambios tecnológicos, sociales y culturales, sin abandonar los saberes populares y tornándolos productivos para un mundo más humano manteniendo la integridad del ecosistema global.